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Solemnidad Corpus Christi

Queridos hermanos en Jesús Despojado y nuestra Madre del Dulce Nombre:

En este día tan señalado para los cristianos, el día del Corpus, quisiera compartir con vosotros esta breve reflexión por si nos sirve de ayuda para vivir más y mejor este día tan solemne y, al mismo tiempo, puede hacernos descubrir un poco más del Misterio de Amor que significa la Eucaristía.

En el misterio de la Eucaristía hacemos memoria de la vida del Señor entregada hasta el extremo, hasta darlo todo, hasta hacerse Cuerpo entregado y Sangre derramada. Como dijo el Papa emérito Benedicto XVI, «cada celebración eucarística actualiza sacramentalmente el don de la propia vida que Jesús ha hecho en la Cruz por nosotros y por el mundo entero». Y en esa vida ofrecida de Jesús, hacemos también memoria de todas las personas que saben hacer entrega de su tiempo, su trabajo, su servicio, su vida en favor de los hermanos, especialmente de los más necesitados. Por eso, cuantos creemos en Jesús y hemos decidido hacer de nuestra vida una vida entregada con Él al servicio de los otros, encontramos en la Eucaristía la fuente y el alma de nuestro compromiso bautismal.

Al hacer memoria de esta estrecha relación entre Eucaristía y vida entregada el primer sentimiento que surge es reconocer que la Iglesia cumple su misión de ser portadora de la Salvación del Señor porque donde hay pobres, enfermos, personas abandonadas y seres humanos excluidos también están siempre los corazones de los cristianos intentando llevarles el Amor y la ayuda del Señor.

La Iglesia es en sí misma como un cuerpo hecho de miembros que ponen cada uno lo mejor de sí mismo al servicio de los otros: unos su capacidad de enseñar, otros su don de profetizar, otros su don de curar, otros su don de servir a los más pobres y repartir el pan, todos su capacidad de amar. Hasta tal punto es así que la Iglesia no se comprende a sí misma sin esta multitud de servidores en la que se expresa su identidad más honda de ser como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima de los hombres con Dios.

Al contemplar a Jesús en el sacramento de la Eucaristía recordamos y actualizamos lo que él dijo e hizo en la Última Cena con sus discípulos: «Haced esto en memoria mía». Una memoria que encierra y actualiza toda su vida: sus palabras, sus gestos, su cercanía a los pobres, su entrega hasta la cruz y su resurrección.

El Evangelio de Juan no incluye la narración de la institución de la Eucaristía y nos presenta en su lugar el lavatorio de los pies que finaliza con estas palabras de Jesús: «Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis», un mandamiento que evoca el otro de «haced esto en memoria mía» y con el que Jesús explica de modo inequívoco el sentido de la Eucaristía.

Celebrar la Eucaristía y estar al servicio de los otros, en especial de los pobres, son dos formas inseparables de recordar a Jesús. Así lo expresa Pablo en el primer relato que tenemos de la Eucaristía al corregir a sus cristianos diciéndoles: «cuando os reunís en comunidad, eso no es comer la Cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho».

Mis queridos hermanos, pidamos al Señor que nos ayude a descubrir y a vivir la autenticidad de la Eucaristía, de esta manera iremos creciendo como hermandad y seremos reflejo de esa vida entregada del Señor que se prolonga en nuestras vidas que cada día desean entregarse como Él, especialmente en los más necesitados.

N.H.Rvdo.Sr.D. Rafael Navarro Cortés